Los
implantes dentales son unas prótesis que se colocan (implantan) en el hueso mandibular
o maxilares creando una base sólida sobre la que se pueden efectuar tanto
restauraciones de dientes individuales, como prótesis parciales o totales, y
funcionan exactamente igual que nuestros dientes naturales.
Los
implantes dentales nos permitirán masticar con total comodidad, sonreír y
hablar con la misma seguridad que nuestros propios dientes.
En
este sentido, es importante entender que un implante no es más que una “raíz
artificial” y que por sí solos no significan nada.
Sólo
tienen utilidad en función de ofrecerle “soporte” a una prótesis en cualquiera
de sus tipos.
Su
dentista le podrá dar información completa de su situación particular y le
ayudará a decidir si los implantes dentales son su solución.
Un
implante es un dispositivo hecho en un material biocompatible (titanio) que
reemplaza a la raíz de un diente perdido.
Hoy
en día hay innumerables estudios que demuestran que el titanio es el
biomaterial por excelencia, dado su óptima biocompatibilidad con el organismo
humano.
Además,
el titanio se óseo-integra con el tejido óseo, produciendo lo que podríamos
denominar una soldadura biológica entre el hueso vivo y el titanio.
También
sabemos que es el material que mejor responde con el paso de los años.
Hay
estudios desde hace más de 15 años que demuestran cómo las prótesis sobre
implantes de titanio se mantienen estables con el paso del tiempo.
Todo
esto hace que el titanio sea nuestro material de elección.
Se
ha podido demostrar científicamente que, en condiciones cuidadosamente
controladas, se puede integrar el titanio con el hueso vivo, con un alto grado
de predictibilidad, y sin inflamación de los tejidos blandos que lo rodean.
A
esta unión intima de las células óseas con la superficie del titanio es a lo
que se denomina óseo-integración (el hueso acepta el titanio como si en
realidad formara parte de la estructura del propio organismo, produciendo de
esta forma una soldadura biológica y creciendo a su alrededor).
Estos
cumplen una función estética, frenan la reabsorción ósea y disminuyen la
sobrecarga de las piezas remanentes.
Sustituye
las dentaduras removibles (de quita y pon) por dientes fijos, mejorando la función
y simultáneamente sirve de anclaje para este tipo de dentaduras, aumentando de
forma muy notable su estabilidad.
Propone
piezas dentarias sin necesidad de tocar los dientes naturales, permitiéndonos
masticar con total comodidad, sonreír y
hablar con total seguridad.
Cuando
acuda a su dentista por primera vez para hablar de la posibilidad de una
terapia mediante implantes, se le hará una historia clínica y una exploración
exhaustiva de su boca.
Se
tomaran radiografías de forma que el dentista pueda determinar el tipo,
cantidad y situación del hueso disponible.
En
la mayoría de los casos una radiografía panorámica es indispensable; este estudio se
puede completar con un TAC (Tomografía computarizada, Escáner).
La
toma de modelos de su boca aportará información de gran valor.
Su
especialista decidirá la necesidad de rehacer pruebas complementarías como un
estudio radiográfico postoperatorio, etc...
Con
todas estas pruebas su especialista lo que está valorando es si usted es un
candidato ideal para los implantes y qué tipo de terapia es la más adecuada
para su caso concreto.
El
tratamiento quirúrgico consta habitualmente de dos fases, aunque en algunas
situaciones podría realizarse en una sola.
Para
simplificar las cosas explicaremos de qué consta un tratamiento tradicional en
dos fases.
La
cirugía se puede realizar en el consultorio de su dentista, con anestesia local
y quizás con sedación.
También
se puede realizar en un hospital con anestesia general.
Si
ésta se realiza en un hospital, se precisará la estadía durante una noche
después de la intervención.
El
campo donde se ha de realizar la cirugía será estéril.